Cada año, la población mundial demanda de más productos para su alimentación, debido al crecimiento demográfico y a la mejora de las condiciones económicas en ciertos países, lo cual ejerce más presión sobre los recursos naturales, en especial, sobre la tierra destinada a la actividad agrícola.
Esta tendencia provoca un doble efecto: el crecimiento de la frontera agrícola y la aplicación de métodos de cultivos que permiten mayor productividad por hectárea. Sin embargo, el uso desmedido de insumos agrícolas, solo pensando en los números de la cosecha y no en la sostenibilidad de las plantaciones, genera un impacto sobre el medio ambiente.
De ahí la importancia de la agricultura orgánica, que es un sistema de producción que trata de utilizar al máximo los recursos de la tierra, con énfasis en la fertilidad del suelo y minimizando el uso de los recursos no renovables (como el agua). Lo más importante: en estos cultivos no se aplican fertilizantes ni plaguicidas químicos, a fin de proteger la salud humana y de los ecosistemas.
Hasta el 2019, en el mundo existían 72,3 millones de hectáreas cultivadas bajos principios ecológicos.
Los agricultores mundiales cada vez más apuntan a este tipo de producción y en nuestro país se sigue este mismo camino. “En el Ecuador, la agricultura orgánica ha mostrado un crecimiento notorio en los últimos 10 años”, destaca la Agencia de Regulación y Control Fito y Zoosanitario (Agrocalidad).
Pero, falta mucho por avanzar para lograr un verdadero posicionamiento en este ámbito. Actualmente, en el territorio nacional, hay 39.033 hectáreas certificadas en producción orgánica y 8.865 se encuentran en el proceso de transición. Sumadas ambas cifras, representan apenas el 0,9% de la superficie agrícola ecuatoriana dedicada al cultivo de alimentos.
En total, son 420 tipos de plantaciones certificadas, entre las cuales se destacan: musáceas (banano, orito y plátano), cacao, café, frutos tropicales, hortalizas, caña de azúcar y palma africana. La mayoría de estos productos se envían al exterior, especialmente a los mercados de Estados Unidos y la Unión Europea, donde su demanda crece de forma constante.
Los agricultores ecuatorianos motivados por esta dinámica incursionan en la producción ecológica. Eso se evidencia en el sector bananero, donde las plantaciones orgánicas (19.082 hectáreas) ya representan el 6% del total de los sembríos de la fruta. Mientras que, en la actividad cacaotera, la participación llega al 3,78%, resalta Agrocalidad.
Esta diversificación abre otras oportunidades de negocios, reconoce Ricardo Umpiérrez, gerente de Mundo Banana, empresa que decidió sembrar orgánicamente para ampliar su oferta, que solo era convencional, y entrar a nuevos nichos de comercialización.
La compañía cuenta con 200 hectáreas de banano orgánico en una finca ubicada en Chanduy, en la provincia de Santa Elena; y tiene expectativas de crecer 70 hectáreas más hasta diciembre del presente año, debido a los buenos resultados.
“Abrimos mercados y logramos nuevos clientes, que fueron nuestros objetivos iniciales”, afirma Umpiérrez, tras resaltar el gran aprendizaje obtenido en el manejo sostenible de una finca bananera, a tal punto que muchas prácticas de mejoras de suelo se implementan también en sus plantaciones convencionales.
Además, la empresa logra alta productividad por hectárea cumpliendo los estándares de la certificación. “Hemos tenido varias ventajas, por lo cual consideramos un éxito la decisión de siembra orgánica”, agrega.
Por ello, la visión empresarial es clave para el crecimiento de esta forma de producción, pues se debe basar en una convicción de que es el camino correcto. Eso aconteció en la década del 90 en la empresa Pilot, cuando Ricardo Chiriboga Accini incursionó en la agricultura orgánica.
Su hermano, Rafael Chiriboga, recuerda que en ese entonces se desconocía de muchos aspectos técnicos para el manejo del cultivo, pero con el paso de los años, ahora la finca es un ejemplo de emprendimiento y de producción, tanto de banano como de mango.
Esta última fruta, la empresa la exporta hacia Estados Unidos, cumpliendo con toda la normativa sanitaria y de calidad; además, el sello orgánico le permite posicionarse en un nicho de mercado muy definido y con potencial de crecimiento constante, enfatiza Rafael Chiriboga.
El camino hacia la consolidación de la agricultura orgánica en el Ecuador debe generar el gran salto a una producción limpia, que permitirá ofrecer alimentos más saludables para los seres humanos sin afectar el medio ambiente.